Segundo Araya, el hombre que quemó sus manos en el descarrilamiento del tren

En esta nueva Crónica de Ñacuñán, vamos a recordar el accidente ferroviario que se produjo en el año 1984 entre las estaciones Comandante Salas y Pichi Ciego. 

En estas zonas de Santa Rosa, el descarrilamiento e incendio del tren podría haber generado una tragedia, pero en las máquinas viajaban sólo los ocupantes, quienes resultaron ilesos durante el percance, no se puso en riesgo a la población civil, pues el descarrilamiento ocurrió en una zona despejada del pueblo.

Segundo Araya, vecino de Ñacuñán, quien arribó hasta el lugar en aquel momento, recuerda: “Era un tren que transportaba petróleo a Agrelo. Yo era jefe en ese momento”, comenzó relatando.

“El tren, pasó por la estación y al rato pudimos ver humo hacia el norte, que no nos pareció normal”.

“Pensamos que las lluvias habían afectado las vías. Fuimos a ver y encontramos que el tren se había cruzado con otra máquina. Recuerdo que desde Villa Nueva, enviaron auxilio para enganchar los vagones que podían salvarse del incendio”, recuerda.

Me pidieron que intentara desenganchar los vagones, eso fue lo que hice y los guantes se me calcinaron con el calor de los hierros” relata moviendo sus manos como si hubiese ocurrido ayer.

“Pudimos salvar 19 vagones de los 29 que traía el tren. Impresionante como se había quemado todo, se habían derretido las masas – que se llaman bogies – donde van asentados los vagones, donde van las ruedas”.

Don Araya, recuerda que en aquel momento, una semana tardó en enfriarse la tierra debido a la magnitud del siniestro que por suerte solo hubo que lamentar daños materiales.

“Me dieron una mención especial de Ferrocarriles Argentinos por haber desenganchado el tren que se incendió”, rememora el hombre que se convirtió con el paso de los años en fiel testigo de uno de los accidentes ferroviarios más importantes de la historia mendocina.

Así se cerró el episodio, aunque entre los pobladores de Ñacuñán se mantiene el recuerdo de aquel desastre. El suyo es todavía un ejemplo de coraje y tesón que ha sido reconocido por su comunidad.

Relato: Roberto Segundo Araya

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