El 12 de julio de 1967, un día significativo para la comunidad de Ñacuñán, la imagen de la Virgen de Itatí llegó a este distrito de Santa Rosa. Traída por el padre Tulio Pusterla, entonces sacerdote de la Parroquia Santa Rosa de Lima, la Virgen fue declarada patrona de Ñacuñán y, desde entonces, ha sido venerada por los fieles locales, marcando una profunda huella de espiritualidad y esperanza en la región.
La Virgen de Itatí, una de las imágenes más antiguas de la República Argentina, está envuelta en una historia de fe y milagros. Según la tradición, fue hallada sobre una piedra en las orillas del río Paraná y luego trasladada a una capilla por franciscanos en 1958. Sin embargo, lo más sorprendente de esta historia es que la Virgen desaparecía misteriosamente de la capilla, volviendo al lugar donde había sido encontrada.
Este fenómeno fue interpretado como su deseo de permanecer allí, en su sitio original, lo que fortaleció aún más su misticismo y la devoción popular.
Reconocida no solo en Ñacuñán, sino también en las provincias de Corrientes y Misiones, la Virgen de Itatí es admirada por la serenidad de su imagen, que irradia una profunda paz a quienes la contemplan. Con las manos unidas en oración, representa la fraternidad y la unión entre los hombres, un símbolo que ha trascendido generaciones.
El nombre “Itatí,” que en guaraní significa “punta de piedra,” evoca la conexión de la imagen con su origen y refuerza su legado histórico y cultural en la región.
Ñacuñán: Tierra con Historia
El distrito de Ñacuñán no solo está marcado por la fe, sino también por una rica historia que se remonta a la gesta sanmartiniana.
Este lugar está vinculado a la figura de Nancunan, un cacique indígena cuyo nombre significa “duro como el aguilucho,” un reflejo de su fortaleza y liderazgo en tiempos de lucha.
Nancunan fue uno de los protagonistas en la lucha por la libertad de América durante la guerra de Zarpa, una figura que simboliza la resistencia y el espíritu indomable de los pueblos originarios.
La región de Ñacuñán estuvo habitada por cazadores y recolectores indígenas, presumiblemente araucanos y mapuches, hasta su desplazamiento durante la Conquista del Desierto.
Hoy, Ñacuñán sigue siendo un espacio donde convergen la historia, la fe y la naturaleza, y la presencia de la Virgen de Itatí es sinónimo de la profunda espiritualidad que habita en esta tierra.